La última semana de junio, durante la conferencia anual de periodismo emprendedor e innovador Punto de Encuentro, la periodista y editora Marina Walker dio la conferencia Colaboraciones radicales: solidaridad, tecnología e impacto. Durante su estadía en Cancún, la directora adjunta del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación conversó con SembraMedia sobre las tendencias del periodismo de investigación.
Sí, totalmente. Yo siempre digo que, a pesar de todos los problemas políticos, sociales, económicos, vivimos en una época dorada del periodismo de investigación y en parte es por los medios digitales que han surgido en América Latina y en el mundo. Son nuevos espacios, espacios valientes, espacios independientes, muchos liderados por mujeres que han sabido abrirse por fuera de los medios tradicionales que, tengo que decir, en América Latina —especialmente los periódicos, con algunas excepciones— han dejado mucho qué desear en el periodismo de investigación. Tenemos una historia bastante triste de alianzas de esos medios tradicionales con el poder político. Entonces esos nuevos espacios que no tenían esa raíz comercial ni alianzas con ningún tipo de poder sino con los ciudadanos, han sido claves en desarrollar el periodismo de investigación de una manera moderna, contundente, colaborativa. Lo vemos desde El Faro hasta Ciper, La Silla Vacía. Vemos cómo se proyectan regionalmente y también mundialmente haciendo alianzas como con el Consorcio de Periodismo de Investigación, haciendo investigaciones globales, transnacionales, aportando siempre desde lo local. Así que sí, de acuerdo que el surgimiento de los espacios nuevos digitales independientes han tenido muchísima incidencia en la mejora y en la proyección del periodismo de investigación en la región.
Totalmente. Y en parte surge de una necesidad muy básica y es que estos nuevos espacios no tienen todos los recursos ni los han tenido, ni todo el poder económico. Entonces, por su misma naturaleza, necesitan asociarse para crecer. Necesitan de otros. Están también impulsados por generaciones más jóvenes en muchos casos, que ya vienen con otro tipo de ADN que es mucho más de equipos, de solidaridad. Que no es ese ADN de la primicia y la competencia sino de cómo transformamos un ecosistema, cómo servimos mejor a una comunidad. Se piensa qué recursos hay en otros países y otros espacios que nos puedan beneficiar. Entonces es un cambio de mentalidad, o como digo es un cambio de paradigma el que estamos viendo. Yo digo que va desde el paradigma del lobo estepario al periodismo en red o en comunidad. Estos medios digitales en América Latina desde su nacimiento, por suerte, se asociaron mucho más con el paradigma del periodismo en red. Y es un poco contagioso ver los ejemplos de colaboraciones regionales o internacionales y las ventajas que traen.
La colaboración tiene ventajas a todo nivel. A nivel editorial y a nivel del negocio periodístico. La primera es de recursos. El hecho de que ya no tenemos que hacer todo y pagar por todo. Cuando uno hace una investigación en red, se dividen los recursos. Habrá medios que enviarán personas a determinado lugar a hacer imágenes, videos, y no tenemos todos que mandar a alguien. Habrá quién, por ejemplo, en el caso del Consorcio, hacen traducciones. Y si queremos republicar las historias de otros, no todos tienen que traducir; traduce uno y publican todos. Hacemos (el Consorcio) por ejemplo interactivos, o los medios que participan hacen los interactivos.
Al principio veíamos en las colaboraciones que cada uno hacía sus cosas y las publicaban. Luego se empezaban a dar cuenta, por ejemplo que Ojo Público hizo una visualización buenísima y nos hubiera venido bárbaro tenerla en nuestro website, entonces empezamos a decir “por qué no les decimos con anticipación lo que planeamos hacer, así no todos hacemos todo, y todos nos beneficiamos con los productos del otro”. Tenemos colaboración de data, de documentos, interactivos, imágenes, fotografías, entonces por un lado el tema que se multiplican los recursos. Y, por otro, se fortalece la protección. Hay historias en países difíciles que no se podrían hacer o sería muy difícil y muy arriesgado si fuera solamente un medio de ese país. Pero cuando estamos trabajando en red de pronto hay una protección que surge, en cierto modo, por ser parte de un equipo, de una comunidad que nos trasciende.
Esto lo hemos visto en colaboraciones. Por ejemplo, cuando dos medios han ido a pedir comentarios para una investigación a un banco, y el banco amenaza con juicios. En ese momento, el resto de los miembros de la colaboración hacen sus pedidos al mismo banco. Se activan, y el banco inmediatamente retrocede, quita la amenaza. ¿Por qué? Porque las instituciones están acostumbradas a lidiar con un periodista a la vez, un medio a la vez. Les ha sorprendido, no gratamente, esta cuestión de tener que enfrentar a un equipo de equipos, a una comunidad, a una red. (Seguramente piensan) ¿cómo?, ¿qué me estás diciendo? que Perú, Bolivia, Argentina, México están juntos. Eso le ha otorgado a los periodistas protección y confianza para hacer historias que de otra manera hubiera sido difícil.
También es bueno. No solo porque tenemos recursos que antes no teníamos sino muy bueno para la marca. Es lo que nos dicen nuestros aliados, que los lectores aprecian el hecho del trabajo en conjunto. Les parece un modelo eficiente. Cuando las investigaciones o los trabajos en común tienen algo de impacto, ser parte de ese equipo, de esa comunidad, beneficia a la marca. Además en el periodismo aún hay mucho de esto de qué hacen los otros medios, y es algo que podemos jugar mucho a nuestro favor. No quieren quedarse por fuera. Por eso siempre trabajamos a nivel de los periodistas y no a nivel de los dueños de los medios. Vamos al periodista, lo convencemos de que se sume a una historia y luego el periodista trabaja al interior del medio para convencer a los editores de que se sumen. La mejor manera de convencerlos es decirles que la competencia o el otro medio en el país vecino al que admiran, va a ser parte de esa investigación.
Por ejemplo, en los Papeles de Panamá, que es la gran investigación que hizo el Consorcio Internacional, los medios que participaron llenaron una encuesta cuando ya publicamos. Nos dijeron que habían tenido récord de ventas, que habían tenido que hacer ediciones especiales, récord de tráfico online. Luego de cada investigación hacemos esta misma encuesta y siempre nos dicen que las investigaciones colaborativas están inequívocamente entre lo más leídode toda la historia del medio. Por ejemplo, en The Guardian, los Panama Papers siguen estando como las investigaciones más leídas en la historia del periódico.
Entonces, tráfico, ventas, nuevas formas de financiamiento para nuestros medios asociados. Muchos de estos medios digitales de América Latina, después de estas investigaciones de alto impacto, pueden ir a fundaciones y decir “somos parte de esta red”, trabajamos con el Consorcio y otras redes. Y los financiadores están muy proclives a apoyar este tipo de periodismo en red. Hay una tendencia a verlo como algo sumamente positivo, algo que es bueno, quieren realmente apoyarlo porque dicen “no estamos financiando proyectito aislado con impacto local” sino una organización innovadora que toma riesgos, que trabaja con otros, que se beneficia de otros y beneficia a otros. Nos dicen que han logrado tener más financiamiento de fundaciones que quizás antes no les habían atendido el teléfono pero ahora dicen “mira somos miembros de esta red” y de repente hay otra actitud.
Nosotros no podríamos entender, ni empezar a pensar en las colaboraciones tipos de big data si no nos podríamos valer de la tecnología. Para darte un ejemplo, cuando empezamos con estas mega filtraciones hace ya ocho años, no teníamos equipo técnico en la organización. Cuando nos llegó la primera filtración teníamos muchas dificultades porque no teníamos cómo entender esa información, cómo procesarla y tuvimos que apoyarnos en personas externas, lo cual agrega un nivel de riesgo a la investigación y nos sentimos en una situación tan vulnerable que dijimos “nunca más”. A partir de ese momento empezamos a cultivar nuestra unidad de datos que tiene ingenieros, analistas de datos, especialistas en inteligencia artificial. Y desde ese momento ha sido siempre que el 25% de la organización está formada por ese perfil de periodistas. Y digo periodistas porque si bien son ingenieros, analistas de datos, ellos se consideran periodistas. Realmente han transformado la forma en que podemos trabajar, sobre todo en big data, creando plataformas, usando tecnologías abiertas. Acá no hablamos de un start up de tecnología dentro de ICIJ. Tenemos gente que puede maximizar los beneficios de la tecnología abierta y adaptarla a las necesidades de los periodistas.
Cuando nos tocó crear un foro para que los periodistas puedan comunicarse dentro de las investigaciones y que no se crearan silos, y cada uno esté en su cueva, se analizó mucha tecnología abierta y terminaron eligiendo una plataforma de citas. Nos reíamos un montón pero en realidad queríamos que los periodistas tengan citas periodísticas , algo que los incitara a compartir, a contar qué estaban haciendo, a dejarse ayudar por otros. Esta plataforma se prestaba para esto. Así que tuvimos que reformular la parte que decía “are you interested in women or in men or other”. Ese espacio se llamó Global Investigative Hub y se transformó en una redacción virtual donde los periodistas de todo el mundo se conectaban en la mañana. Les decíamos que, como Facebook, lo abran todos los días, y así el Global I-Hub se transformó en el espacio donde ocurrían el 80% de las interacciones creativas de las investigaciones globales. Y fue gracias a esa tecnología que, de nuevo, no tuvimos que crear de cero, transformamos lo que existía y lo adaptamos a las necesidades de los periodistas.
Exacto, por ejemplo ese espacio donde estaban los contenidos en el caso de Panama Papers, los 11.5 millones de documentos, allí los periodistas podían buscar por nombres, poner filtros, organizar por fecha los resultados. Y eso que en su momento fue revolucionario y nos permitió destapar esta gran olla de corrupción. Hoy, tres, cuatro años después, ya no es lo único. Ahora hemos empezado a estudiar el tema de inteligencia artifical para ver cómo podemos valernos de los algoritmos, cómo podemos enseñarle la computadora lo que nosotros sabemos sobre los crímenes que investigamos, para que la computadora nos ayude todavía a eficientizar más el acceso, el proceso de descubrimiento. Para darte un ejemplo concreto con el tema de imágenes, hoy en día podemos usar imágenes satelitales, utilizar el algoritmo, enseñarle a la computadora por ejemplo, cómo se ve el terreno cuando se ha producido tala de árboles, o minería ilegal.
Hubo un caso en Ucrania que hicieron sobre minería ilegal y le enseñaron a la computadora cómo se veía el terreno, la decoloración. Creo que para los periodistas no es una cuestión ni de moda ni de fancy sino que es una cuestión vital porque el tema, como decía hoy Rosental, es que él vio a los medios digitales como un completo cambio de paradigma, para mí la inteligencia artificial va a ser un nuevo paradigma. No solo en el de investigación sino en el periodismo en general, va a afectar a toda la cadena de producción periodística. Y tenemos que empezar a entenderlo, a amigarnos con los términos, a saber qué es un algoritmo, cuáles son los tipos de algoritmos que existen, cómo nos pueden ayudar a descubrir historias. Sino ¿cómo vamos a tomarle cuentas al poder cuando el poder utilice esos algoritmos para crear nuevas formas de exclusión? Eso ya está pasando. Desde ese punto de vista, en ICIJ estamos iniciando un camino, siempre con la idea de cómo la tecnología puede servir al periodismo, y no ver a la tecnología como un fin en sí mismo o como el driver, sino cómo la tecnología sirve al periodista y a la red.